CITAS DE ÁRBOLES Y BOSQUES


“El dispositivo de la cita opera como recurso de poder”.
Tomás Moulian


PROLOGO


Cuando leí Pasos de Jerzi Kosinski, marqué en el borde de una página un párrafo en que Kosinski describía la fuerza y excitación que sentía al oprimir su rostro entre los pechos de una mujer, homologándola con la fuerza que hace reventar los brotes de un árbol. Lo hice casi involuntariamente, no podía arriesgar a perder la lectura de este párrafo nuevamente.
        Al poco tiempo, mientras vivía en Pichilemu durante 1995, tomé de una biblioteca un libro del premio Nóbel Yasanuri Kabawata en el que encontré una descripción de la manera japonesa de podar los árboles. Escribí la cita en mi agenda y en ese momento supe que siempre que leyera un libro buscaría citas de árboles, para mas tarde juntarlas y emborracharme de árboles y bosques, como el protagonista de la película Cinema Paradiso lo hizo con ese bendito collage de pedazos de películas con besos de amor, que encontró entre las pertenencias del pasador de películas.
        Luego revisé los libros de mi biblioteca, buscando citas y encontré muchas en los libros de Henry David Thoreau y Jorge Teillier, en otros muy pocas o ninguna como el Primer Manifiesto Surrealista de André Breton donde apenas hallé una, pero muy bella.
        No leo para buscar citas. Soy un lector que exploro con mi propia brújula en bibliotecas y librerías buscando los temas y autores en que estoy interesado en esa etapa y siempre que elijo un nuevo libro, encuentro alguna cita de plantas, árboles y bosques, como si el libro me las regalara agradecido por leerlo ( por que a los libros les gusta que los lean).
        Otro oficio que practico, es iniciar la lectura de un libro como un cazador, atento a atrapar y capturar citas que dejan los autores en sus páginas. Por algún motivo que desconozco, quizás por ser el árbol un símbolo, una idea arquetípica, a la mayoría de los escritores se les escapan frases, citas, párrafos a veces capítulos completos en que usan los árboles y bosques para representar líricamente una idea literaria y esas son las mejores, las que brotan espontáneamente en la vorágine narrativa. Así he podido cazar citas, por ejemplo, de Charles Baudelaire, nadie mas lejos de los árboles que este sensual poeta maldito, o de William Blake quien para exorcizar las voces que le encargaban grandes misiones de elegido, escribió inspirados poemas visionarios llenos de metáforas y arengas de lucha interna y despertar muy lejos de la naturaleza, de lo lárico, pero de pronto entre verso y verso...árboles. Por ello evito buscar citas en libros que hablan expresamente de árboles, bosques o plantas, bueno en la medida que me es posible evitarlo, por que no deseo hacer un expediente. Este libro es un álbum, de esos que en nuestra infancia llenábamos con monitos que comprábamos en los kioscos, esperando encontrar los difíciles y si la suerte nos favorecía con uno, se convertían en un trofeo que mostrábamos orgullosos, pero si resultaban repetidos o fáciles los cambiábamos, regalábamos o jugábamos a las bolitas, y siempre sentíamos una satisfacción una especie de recompensa espiritual cuando agregábamos uno nuevo al álbum.



      Patricio Novoa, quebrada Los Colectivos, Viña del Mar, Chile. 2005



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JERZY KOSINSKI,  Pasos



Oprimí mi rostro contra ella, mientras mi cuerpo vibraba con la fuerza que estira hacia arriba los árboles para hacer brotar inflorescencias de las yemas pequeñas y arrugadas.



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YASANURI KABAWATA, Premio Nóbel 1967


Chieko volvió a levantar la mirada hacia los Cedros -, allá arriba han empezado a podar los árboles -.

- ¿ y que es podar?

- Para criar buenos Cedros hay que cortar las ramas sobrantes con un machete, se suben a los árboles con escalas, pero una vez arriba saltan de rama en rama como  monos.

- ¿ Y no es peligroso?

- Hay obreros que trepan de madrugada y no bajan hasta el mediodía.

        También Masako volvió los ojos hacia el bosque de Cedros. Sus troncos derechos como cirios, eran una maravilla. Hasta los penachos de agujas que se les dejaban en lo alto eran pequeñas obras de arte.


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HERMANN HESSE, El Caminante


L
os árboles han sido siempre para mi los predicadores más eficaces, los respeto cuando viven entre pueblos y familias, en bosques y florestas. Y todavía los respeto más cuando están aislados. Son los solitarios. No como ermitaños, que se han aislado a causa de alguna debilidad, sino como hombres grandes en su soledad, como Beethoven o Nietzsche. En sus copas susurra el mundo, sus raíces descansan en lo infinito; pero no se pierden en él, sino que persiguen con toda la fuerza de su existencia una sola cosa: cumplir su propia ley, que reside en ellos, desarrollar su propia forma, representarse a sí mismos. Nada hay más ejemplar y más santo que un árbol hermoso y fuerte. Cuando se ha talado un árbol y éste muestra al mundo su herida mortal, en la clara circunferencia de su cepa y monumento puede leerse toda su historia: en los anillos y deformaciones están descritos con fidelidad todo el sufrimiento, toda la lucha, todas las enfermedades, toda la dicha y prosperidad, los años flacos y los años frondosos, los ataques superados y las tormentas sobrevividas. Y cualquier campesino joven sabe que la madera más dura y noble tiene los anillos más estrechos, que en lo alto de las montañas y en peligro constante crecen los troncos más fuertes, ejemplares e indestructibles.
        Los árboles son santuarios. Quien sabe hablar con ellos, quien sabe escucharles, aprende la verdad. No predican doctrinas y recetas, predican, indiferentes al detalle, la ley primitiva de la vida.
        Un árbol dice: en mí se oculta un núcleo, una chispa, un pensamiento, soy de la vida eterna. Es única la tentativa y la creación que ha osado en mí la Madre eterna, única es mi forma y únicas las vetas de mi piel, único el juego más insignificante de las hojas de mi copa y la más pequeña cicatriz de mi corteza. Mi misión es dar forma y presentar lo eterno en mis marcas singulares.
        Un árbol dice: mi fuerza es la confianza. No se nada de mis padres, no sé nada de los miles de retoños que todos los años provienen de mí. Vivo, hasta el fin, el secreto de mi semilla, no tengo otra preocupación. Confío en que Dios está en mí. Confío en que mi tarea es sagrada. Y vivo de esta confianza.
        Cuando estamos tristes y apenas podemos soportar la vida, un árbol puede hablarnos así: ¡Estáte quieto! ¡Estáte quieto!  ¡Contémplame! La vida no es fácil, la vida no es difícil. Estos son pensamientos infantiles. Deja que Dios hable dentro de ti y enseguida enmudecerán. Estás triste porque tu camino te aparta de la madre y de la patria. Pero cada paso y cada día te acerca mas a la madre. La patria no está aquí ni allí. La patria está en tu interior, o sea en ninguna parte.
        El ansia de vagabundear me acelera el corazón cuando oigo al atardecer el susurro de los árboles. Si se escucha durante largo rato y con la quietud suficiente, se aprende también la esencia y el sentido de esta necesidad del caminante. No es, como parece, una huida del sufrimiento. Es nostalgia de la patria, del recuerdo de la madre, de nuevas parábolas de la vida. Conduce al hogar. Todos los caminos conducen al hogar, cada paso es un nacimiento, cada paso es una muerte, cada tumba es una madre.
        Esto susurra el árbol al atardecer, cuando tenemos miedo de nuestros propios pensamientos infantiles. Los árboles tienen pensamientos dilatados, prolijos y serenos, así como una vida más larga que la nuestra. Son más sabios que nosotros, mientras no les escuchamos. Pero cuando aprendemos a escuchar a los árboles, la brevedad, rapidez y apresuramiento infantil de nuestros pensamientos adquieren una alegría sin precedentes. Quien a aprendido a escuchar a los árboles, ya no desea ser un árbol. No desea ser más que lo que es. Esto es la patria. Esto es la felicidad.


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INTILLIMANI, “EL HACHA” (Horacio Salinas/Patricio Manns) Del álbum EMI ã 1996 “Arriesgaré la piel”



 

Con el paso de unos largos
siglos de rasgo muy duro
el hacha extendió su apuro
a las selvas en letargo
y allí comenzó el amargo tiempo
en que el bosque entreabierto
abrió la puerta al desierto
y el desierto a la sequía
y la sequía a los días
de chubascos tan inciertos.

El hacha se hizo violenta
y ya no midió el hachazo,
cortó de manera cruenta
dejando los bosques rasos.

Cayó el árbol a su paso
muerto de mala fortuna
sin utilidad ninguna
el bosque entró en cautiverio
pareciendo un cementerio
calcinado por la luna.

El hacha es un reloj hueco
que marca la hora del bosque
aunque de furia se enrostre
el páramo mas reseco
y cambie el río sus ecos
y el leñador su prenombre
no cambian lo que por cierto
consigue el hacha en su nombre
el bosque precede al hombre
pero lo sigue el desierto...


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HENRY DAVID THOREAU (1817 – 1862). Escritor y eremita norteamericano. Citas encontradas en;  Walden o Vivir En Los Bosques. Una Semana En Los Ríos Concord y Merrimack, Diario Íntimo y Cartas Familiares.


N
unca es tan bello un bosque como cuando se divisa desde el centro de una laguna, entre colinas que se alzan al mismo borde de las aguas; pues éstas, espejo para ellas, no sólo ofrecen su mejor primer plano, sino que, con la sinuosidad del entorno delimitan la linde mas apropiada y natural. No hay rudeza ni imperfección en esa ribera, como ocurre donde el hacha la ha desmontado o donde tropieza con sus aguas un campo en sembradío. Los árboles disponen de amplio espacio para extenderse de ese lado acuático, y cada uno proyecta sus ramas más vigorosas en esa dirección. La naturaleza ha puesto ahí una orla, y la mirada puede elevarse poco a poco, gradualmente prendida de las matas mas rastreras hasta los árboles más corpulentos. Ahí es difícil imaginar siquiera la mano del hombre, y el agua sigue bañando la orilla como lo hiciera hace mil años. Un lago es uno de los rasgos más bellos y expresivos de un paisaje. Es el ojo de la tierra; y mirándose en él descubre el observador la profundidad de su propia naturaleza. Los árboles acuáticos de la orilla son las finas pestañas que lo enmarcan, y las frondosas colinas y acantilados en torno, sus prominentes cejas.

                       


C
uando remé por primera vez en las aguas de Walden, la laguna estaba completamente rodeada de espesos bosques de Encinas y de altos Pinos, y en algunas de sus caletas se enroscaban en los árboles vides silvestres junto al agua, formando emparrados por debajo de los cuales podía deslizarse una embarcación. Las colinas que enmarcan su orilla son tan escarpadas, y el boscaje que las cubría entonces, tan frondoso, que si uno miraba hacia abajo desde el extremo occidental, diríase que se trataba de un anfiteatro para una especie de espectáculo silvánico[1]. Han sido muchas las horas que he pasado, cuando era mas joven, derivando sobre las aguas a merced del céfiro, después de haber llevado mi bote hasta el centro del estanque a fuerza de brazos, echado de espaldas sobre los banquillos, en una mañana estival, soñando despierto hasta que me volvía en mí el contacto de la chalupa con la arena, para incorporarme y descubrir a qué costa me había llevado el destino; días en que la ociosidad era el quehacer más atrayente y productivo. He pasado así muchas mañanas en secreto, prefiriendo invertir de esta manera la parte más preciada del día, pues era rico, si no en dinero, en horas de sol y días estivales que derrochaba a manos llenas; y no lamento tampoco el no haber dedicado más de ellas al taller o a la cátedra de maestro. Pero desde que abandoné estas riberas, los taladores las han esquilmado aún más, y ahora y por años venideros ya no habrá más paseos por el bosque, con retazos ocasionales de aguas entrevistas entre los árboles. Mi musa puede ser perdonada si permanece silenciosa desde entonces. ¿Cómo se puede esperar que canten las aves si les han talado las frondas?
        Ahora, los troncos de árbol del fondo, la vieja canoa y los umbríos bosques circundantes han desaparecido, y los habitantes de la villa, que apenas saben dónde se encuentra la laguna, en vez de recurrir a ella para bañarse o beber piensan llevarse su caudal -que debiera ser tan sagrado como el Ganges ¡por lo menos!- ¡para lavar platos y utensilios domésticos! ¡Quieren conseguir su Walden dando vuelta a un grifo o abriendo una llave! ¡Ese diabólico caballo de Hierro, cuyo estridente relinche se escucha en toda la ciudad, ha enlodado ya la Fuente Hirviente[2] con sus cascos; y no es otro el que ha herbajado hasta el fin los bosques de la costa de Walden; ese caballo de Troya, con un millar hombres en sus entrañas, introducidos por Griegos mercenarios! ¿Dónde está el paladín de la patria, el Moore de Moore Hall[3] que le haga frente en Trinchera Honda[4] y hunda su lanza vengativa entre las costillas de esta peste hinchada de orgullo?...

                       


A
veces me dirigía hacia los pinares próximos que se alzaban como templos o como flotas en la mar con todo el trapo fuera, con sus ramas tendidas, en las que centellaban los reflejos de la luz, tan dulces, tan verdes, tan ricos en sombras, que los Druidas hubieran cambiado por aquellos sus robledales para celebrar su culto. O me llegaba hasta el bosquecillo de Cedros, más allá de la laguna de Flint, donde los árboles cubiertos de bayas de color azul blancuzco elevan cada vez más sus copas, y diríanse dignos de dar sombra al Walhalla[5], mientras el Enebro cubre la tierra con guirnaldas pletóricas de fruto. En otras ocasiones erraba por las marismas, donde la Usnea cuelga en festones de las ramas de los Abetos, y las setas venenosas, redondas mesitas de los dioses de los pantanos, cubren la tierra mientras otros hongos, muchos más bellos aún, adornan los troncos de los árboles viejos a modo de mariposas o conchas, ¡caracoles vegetales!; allá donde crece la Azalea y el Cornizo o Cerezo Silvestre, y las bayas rojas del Acebo Negro brillan igual que si fueran ojos de trasgos; el Agridulce abre canales y aplasta entre sus  pliegues las maderas más duras, en tanto que las bayas del Acebo Silvestre, tan bonitas, hacen que uno se olvide de su hogar y que se haga más sensible a la tentación de tantos otros frutos sin nombre y prohibidos, demasiado hermosos para el gusto de los mortales. En vez de rendir visita a un erudito, fueron muchas las que hice a determinados árboles, especies raras en esta vecindad, que se alzaban majestuosos en medio de un pastizal remoto o en la espesura del bosque, en el pantano o en la cima de una colina solitaria. Así, por ejemplo, el Abedul Negro, del que contamos por aquí con ejemplares de hasta tres palmos de diámetro; y su primo, el Abedul Amarillo, con su dorado ropaje de amplio vuelo, y tan perfumado como el anterior. Y la Haya, de tronco terso y decorado por los líquenes, perfecto en todos sus detalles; especie de la que, a excepción de algunos ejemplares aislados, apenas si queda en toda la ciudad un miserable sotillo, que algunos dicen plantado por algunas palomas atraídas por los fabucos; vale la pena contemplar los argentinos destellos de su grano cuando se quiebra o hiende la madera; también el Tilo, el Ojaranzo, el Falso Olmo o Celtis occidentalis, del que no tenemos un gran ejemplar; un Pino alto como la arboladura de un barco, otro que apenas es bueno para obtener de él algunas bardas, o algún hermoso espécimen de Pino Canadiense, que se alza como una pagoda en medio del bosque. Y podría nombrar muchos más. Estos eran los santuarios visitados por mí, invierno y verano.

                       



A
l hablar de los habitantes de los límites de los bosques en Inglaterra, Gilpin dice que “las intrusiones furtivas y las casas y cercas construidas en las lindes del bosque” eran tenidas por grave falta según las viejas leyes forestales, y castigadas severamente como purprestures[6] por ser tendentes ad terrorem ferarum - ad nocumentum forstae,  etc., es decir, al espanto de los animales y en perjuicio del bosque. Pero a mí me interesaba tanto la conservación de la fauna como si hubiera sido el mismísimo Celador Mayor; y si alguna parte se quemaba, aunque fuera por mi causa y accidentalmente, lo lamentaba con un pesar más hondo y duradero y aún menos consolable que el de los propios dueños; ¡qué digo!, sufría incluso cuando eran éstos quienes talaban su heredad. Desearía que cuando nuestros granjeros arrasan un bosque sintieran parte del respeto que embargaba a los antiguos romanos cuando llegaba el momento de clarear tan sólo un bosque sagrado (Lucum conculare) para que llegara a su espesura algo de la luz del sol. Los romanos ofrecían un sacrificio expiatorio y se unían en una plegaria: “Quienquiera que seas, dios o diosa, a quien este bosque está consagrado, séme propicio, y a mi familia y a mis hijos, etc.”.

                       
       
E
s notable qué valor se da a la madera, incluso en esta época y en este nuevo país; un valor más permanente y universal que el del mismo oro. Pese a nuestros descubrimientos e invenciones no hay hombre alguno que pase displicente al lado de una pila de madera. Sigue siéndonos tan preciosa como lo fuera para nuestros antecesores sajones o normandos. Si con ella confeccionaban aquellos sus arcos, nosotros la usamos para la culata de nuestros fusiles. Hace ya más de treinta años que Michaux decía que el precio de los leños para el hogar en Nueva York y Filadelfia “iguala y aún supera el de la mejor madera que pueda conseguirse en París, aunque esa inmensa capital requiera al año más de trescientas mil cuerdas[7] y esté rodeada por llanuras labradas en trescientas millas a la redonda”. En nuestra villa, el coste de la leña no cesa de aumentar, con regularidad casi, y la única cuestión hoy día relevante es cuánto va a subir este año con respecto al anterior. Aserradores y comerciantes, que acuden a nuestros bosques con este fin exclusivo, asisten a las ventas de madera y hasta pagan un elevado precio por el privilegio de recoger los restos abandonados por los leñadores. Hace ya muchos años que los hombres vienen al bosque en busca de combustible y materiales para la artesanía; el habitante de Nueva Inglaterra, el de la Nueva Holanda[8], el parisino y el celta, el agricultor y Robin Hood, Goody Blake y Harry Gill; en la mayoría de los lugares del mundo, el príncipe y el campesino, el sabio como el salvaje, todos sin excepción tienen necesidad de algún pedazo de leña del bosque para calentarse y para cocinar sus viandas. Tampoco yo podría verme sin ella.

                       


P
ocas cosas me causan tanta alegría como observar, de entre los fenómenos de la Naturaleza, las formas que toman la arena y la arcilla cuando se escurren, mezcladas con agua, por la pendiente de una profunda hendidura sobre la vía férrea que seguía siempre para volver al pueblo.... Así, no es raro que se encuentren en esa arena el origen de la hoja de una planta. Ni ha de extrañar que la tierra se manifieste externamente en forma de hojas, de tanto como labora internamente con esta idea. Los átomos han aprendido esta ley y la tienen presente, y la hoja del árbol puede contemplar ahí su prototipo. Internamente, tanto en el globo como en el cuerpo animal, no es sino un lóbulo grueso y húmedo, imagen especialmente aplicable al hígado y a los pulmones y a los panículos de grasa (leidv, labor, lapsus, flujo o corrimiento hacia abajo, caída; lodoz, globus, lóbulo, globo). Las consonantes de lóbulo son lb, la suave masa de la b (monolobulada o de B bilobulada), con una l líquida detrás, que la empuja adelante. Las plumas y las alas de los pájaros son hojas mas secas y delgadas aún. Y, así, se pasa igualmente de la tosca lombriz a la airosa y volandera mariposa. La tierra misma trasciende y avanza continuamente, haciéndose salada en su órbita. Hasta el hielo se forma así, como delicadas hojas de cristal que diríase colocadas en los moldes que el follaje de las plantas acuáticas hubiera impreso en el espejo de las aguas. El árbol entero no es sino una hoja, y los ríos son hojas aún más grandes cuya pulpa es la tierra que los separa, mientras que las ciudades y los pueblos son los huevos depositados por los insectos en los recodos.

                       


L
a vida en nuestro pueblo sería bastante monótona si no fuera por los bosques aún inexplorados y las praderas que los circundan.
        Tenemos necesidad de ser tonificados por la naturaleza agreste, de recorrer a veces las arenas de las orillas, donde acechan el Alcavarán y el Rascón, de oír el grito de la Chocha, de sentir el olor de los juncos que murmuran allí donde solo el pájaro más salvaje y solitario puede vivir y donde la Marta se agazapa panza al suelo. Pero el mismo tiempo que intentamos explorar y aprender, deseamos que todo siga misterioso e inexpugnable, que la tierra y el mar sean infinitamente salvajes, ariscos e insondables, puesto que en realidad tal son. Jamás nos cansamos de la Naturaleza; y es preciso que nos confortemos con la vista de su fuerza inagotable, de sus vastos y gigantescos rasgos, de las riberas de los océanos salpicadas de naufragios, de las vastedades vírgenes, con sus árboles vivos y sus árboles muertos, de las nubes preñadas de tormentas, de la lluvia de tres semanas que desborda los cauces. Necesitamos ver superadas nuestras propias limitaciones, ver criaturas que viven libremente donde nosotros no osamos aventurarnos. Nos gusta ver a los buitres alimentándose y obteniendo fuerza y salud de la carroña que nos disgusta y horroriza. En la cuneta del camino de mi casa había un caballo muerto, que a menudo me obligaba a dar un rodeo, sobre todo de noche y con atmósfera pesada, aunque me compensaba por ello el constatar el enorme apetito y envidiable salud de la Naturaleza. Me complace, pues, el ver que ésa es tan rica en vida que puedan ser sacrificadas miríadas de animales para servir de comida a otros, y que criaturas delicadas puedan ser aplastadas, suprimidas o reducidas a pulpa tranquilamente: las Garzas engullen renacuajos, las tortugas y sapos son aplastados en los caminos y ¡hay lluvia portadora a veces de carne y sangre! Son tantas las posibilidades de accidente que penden sobre nosotros, que no deberíamos siquiera pensar en ellas. El hombre consciente conserva la impresión de que existe una inocencia universal. El veneno, a fin de cuentas no envenena, y no hay por sistema; a de ser expeditiva, y sus llamadas mal calzan con lo estereotipado.

                       


T
odos conocemos el cuento que ha dado la vuelta por toda Nueva Inglaterra, de la cresa vigorosa y bella que salió del reseco sobre de una vieja mesa de madera de manzano que había estado en la cocina de un granjero durante 60 años, primero en Connecticut y luego en Massachussetts, adonde fuera a parar con el huevecillo depositado en el tronco vivo del árbol muchos años antes todavía, a juzgar por las capas circulares superpuestas; y de como se la oyó roer durante semanas estimulada por el calor de un puchero, antes de lograr su eclosión. ¿Quién, al oír esto, no siente robustecida su fe en la resurrección y en la inmortalidad? ¡Quién sabe que hermosa vida alada, cuyo germen a permanecido encerrado durante siglos bajo un sinnúmero de capas concéntricas de esterilidad en la seca y muerta vida de nuestra sociedad, puede surgir de entre el mobiliario más corriente y manoseado, después de haber permanecido depositada en el albur del árbol vivo y verde que poco a poco ha ido convirtiéndose en tumba seca y de que la asombrada familia humana, sentada en torno a festiva mesa, viniera oyéndola durante años royéndose el camino hacia su perfecta madurez de estío.

                       


E
l conocimiento de un hombre inculto es vivo y exuberante como un bosque, pero está cubierto de musgo y de líquenes y es en su mayor parte inaccesible y tiende a quedarse yermo. El conocimiento del hombre de ciencias es como la madera recogida en los patios para las obras públicas, que todavía muestra aquí y allí algún retoño, pero que a pesar de ello está condenada a pudrirse.

                       


S
uspiro por lo rústico, por una naturaleza que no puedo recorrer de un extremo a otro, por bosques en los que el zorzal canta eternamente, en los que todas las horas son horas del alba, en los que hay rocío en el césped y a los que nunca llega el pleno día, en los que la tierra que me rodea se convierte en una fértil incógnita. Quisiera ir allí tras las vacas, quisiera cuidar allí eternamente los rebaños de Admeto, sólo por la comida y el vestido.


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JORGE TEILLIER

ÁRBOLES ENCONTRADOS EN;  “PARA ANGELES Y GORRIONES” (1956); EL CIELO SE CAE CON LAS HOJAS (1958); EL ÁRBOL DE LA MEMORIA (1961); POEMAS DEL PAIS DE NUNCA JAMÁS (1963); LOS TRENES DE LA NOCHE Y OTROS POEMAS (1964); CRÓNICAS DEL FORASTERO (1968): PARA UN PUEBLO FANTASMA (1978):


El Poeta de este mundo.

Sabías que las ciudades son accidentes
que no prevalecerán frente a los árboles.

Y el poeta derribado
es sólo el árbol rojo que señala el comienzo del
bosque.

               


La última isla.

De nuevo el cielo recuerda con odio
la herida del relámpago,
y los Almendros no quieren pensar
en sus negras raíces.

               


Polvo para tus dedos.

Y los Acacios aman la esperanza
de tornarse azules.

               


Bajo el cielo nacido tras la lluvia.

Cortar una rama de Pino
para escribir un instante nuestro
nombre sobre la tierra.


Ultimo día de vacaciones.

Llueve sobre los hongos venenosos,
sobre castillos de madera podrida.
Pero el tren anuncia silbando
que nos llevará hacia el Norte, hacia el verano.

               


Cosas vistas


5
Los árboles están lejos
   pero un día
      llegaremos a ser árboles.



36
Un árbol me despierta
y me dice:
“Es mejor despertar,
los sueños no te pertenecen.
Mira, mira los gansos
abriendo sus grandes alas blancas,
mira los nidales de las gallinas
bajo el automóvil abandonado”.



37
En la casa de madera
sueño con los pájaros
que anidaron alguna vez en este
bosque.

               

De nuevo deletreo tu nombre.

Pero de todos modos conmueve
el “sí” del Roble a los brotes.

               


Los tejados se inclinan.

Frente al violento resplandor
de los árboles frutales
una anciana dormita en la cocina.

               


Donde una vez.

Donde una vez
las trompetas de los bosques amarillos
derribaron los muros de la niebla
ahora ni una mano encontraría
el trébol de la buena suerte.

               


A un niño en un árbol.

Eres el único habitante
de una isla que sólo tu conoces,
rodeada del oleaje del viento
y del silencio rozado apenas
por las alas de una lechuza.
Ves un arado roto
y una trilladora cuyo esqueleto
permite un último relumbre del sol.
Ves al verano convertido en un espantapájaros
cuyas pesadillas angustian los sembrados.
Ves la acequia en cuyo fondo tu amigo desaparecido
toma el barco de papel que echaste a navegar.
Ves al pueblo y los campos extendidos
como las páginas del silabario
donde un día sabrás que leíste la
historia de la felicidad.

El almacenero sale a cerrar los postigos.
Las hijas del granjero encierran las gallinas.
Ojos de extraños peces
miran amenazantes desde el cielo.
Hay que volver a la tierra.
Tu perro viene a saltos a encontrarte.
Tu isla se hunde en el mar de la noche.

               


Treinta años después.

Un árbol quemado
en el centro de la llanura era el centro del mundo.

Se acecha en los pueblos el florecer de la higuera.

               


XII

Los árboles acogen a la sombra
y enseñan a sus brotes a decir: “Moriremos, moriremos”.


               



Camino rural


Alguien va a buscar agua al pozo
anegado por hojas de Castaños.

               


En la secreta casa de la noche.

Ella pasea por mi cuarto
como la sombra desnuda
de los Manzanos en el muro,
y su cuerpo se enciende como un árbol de pascua
para una fiesta de ángeles perdidos.

               


Canto

Las ramas del los Pinos rozan tus  cabellos.
El viento --que va a dormir-- no olvida  apagar
soplo tras soplo, las estrellas.
Tienes aún entre las manos
un ramo de flores secas.
        “No iremos más al bosque,
         cortaron los Laureles.
         La Bella Durmiente
         los recogerá”.



               



Traten de despertar.


A nosotros
los desterrados en un lugar donde
nadie conoce el nombre de los árboles.


               


EL MOLINO Y LA HIGUERA (1993)


El Bosque Mágico. In memorian Henry Treece.


Y el Poeta dijo:
        “El bosque está lleno de crepitantes pasos
        El bosque está lleno de agonizantes chillidos
        ¡Nadie debe entrar esta noche a ese bosque!”

Allí encontré una mujer de ojos de amaranto
y de uñas creciendo como amistosas orugas
Su pelo tenía el color de las hojas insomnes
y una rama la guiaba como sabia serpiente.

Ella me preguntó mi nombre y el nombre de mi casa.
Yo solo le nombré el Libro de los Libros.
Ella me dijo que podíamos dejar el bosque
e ir al baile de los Reyes del valle de la Luna.

Yo vi sus ojos volviéndose hogueras implacables,
vi sus uñas creciendo como amenazantes culebras
y recordé de golpe los rezos de mis parientes
y me encontré solo en mi tierra natal.


                       


Pedazos de poemas con citas de árboles de EN EL MUDO CORAZÓN DEL BOSQUE (1997)


¿Has olvidado que el bosque era tu hogar?

¿Has olvidado que el bosque era tu hogar?
¿Qué el bosque grande, profundo y sereno
te espera como a un amigo?
Vuelve al bosque
allí aprenderás a ser de nuevo un niño.
¿Por qué te olvidaste que el bosque era tu amigo?

Los caminos de las hormigas bajo el cielo,
el estero que te daba palabras luminosas,
el atardecer con el que juegas con la lluvia.

¿Por qué lo has olvidado?
¿Por qué no recuerdas nada?

                      


Carta

Lo que te puedo contar
Que el Aromo tiene brotes tempranos
Demasiado tempranos


                      


No fue el helado viento


No fue el helado viento
quien marchitó las ramas.
Quién marchitó las ramas
fui yo, que les conté mis sueños.

(1) Presintiendo seguramente la inminencia de su muerte, Jorge Teillier acudió al local del Fondo de Cultura Económica en Santiago de Chile, en abril de 1996. Sus propósitos explícitos eran confirmar su intención de publicar este libro (En el mudo corazón del bosque) y avalar la indispensable participación de Francisco Véjar en el proceso de edición. Pero había, además, un propósito oculto que, por desgracia, el tiempo de encargó de revelar muy pronto en forma implacable: el poeta quería despedirse de su editor. Eligió para ello una forma muy suya. Al mismo tiempo que sugería el título de este libro, me entregó el texto del siguiente poema:

Si alguna vez
mi voz deja de escucharse
piensen que el bosque habla por mí
con su lenguaje de raíces.


(1) Presentación del Editor de “En el mudo corazón del bosque”.




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ANDRÉ BRETON, Segundo manifiesto Surrealista.


La rosa es una rosa. La rosa no es una rosa. Y sin embargo la rosa es una rosa.




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CARTAS DE VINCENT VAN GOGH A SU HERMANO THÉO, EXTRACTOS.


C
reo que te gustará la caída de hojas que he hecho. Son los troncos de Álamos lilas, cortados por el marco allá donde comienzan las hojas.
        Estos troncos de árboles como pilares bordean una avenida donde están, a derecha e izquierda, alineadas viejas tumbas romanas de un lila azul. Luego el suelo está cubierto por una capa espesa de hojas anaranjadas y amarillas caídas parecidas a un tapiz. Como los copos de la nieve que sigue cayendo.

                Noviembre de 1888


                       

¡Ah!... mi querido Théo, ¡si vieras los Olivos en esta época... El follaje de plata vieja verdeando contra el azul!. Y la tierra labrada, de un tono anaranjado. Es algo muy distinto de los que se piensa en el norte; ¡algo tan fino, tan distinguido!
        Es como los Sauces de nuestras praderas holandesas o los macizos de Encinas de nuestras dunas; es decir, que el murmullo de un vergel de Olivos tiene algo de muy íntimo, de inmensamente viejo. Es demasiado bello para que yo me atreva a pintarlo, o pueda concebirlo. El Laurel rosa - ah!- es algo que habla de amor y es hermoso como el Lesbos de Puvis de Chavannes, donde estaban las mujeres a la orilla del mar. Pero el Olivo es otra cosa; es, si se lo quiere comparar con algo, un Delacroix.

                30 de abril de 1889


                       



L
os Cipreses me preocupan siempre; quisiera hacer algo como las telas  de los girasoles, porque me sorprende que nadie los haya hecho todavía como yo los veo.
        En cuanto a líneas y proporciones, es bello como un obelisco egipcio.
        Y el verde es de una calidad tan distinguida.
        Es una mancha negra en un paisaje lleno de sol; pero es una de las notas negras más interesantes, de las más difíciles de captar exactamente, que pueda imaginar.
        ...Creo que de estas dos telas de Cipreses, aquella de la cual hago el croquis será la mejor. Los árboles son muy grandes y macizos. Un primer plano muy bajo con zarzas y malezas. Detrás de las colinas violetas un cielo verde y rosa con una luna creciente. El primer plano sobre todo está muy empastado, con mechones de zarzas que tienen reflejos amarillos, violetas y verdes.

                5 de julio de 1889


                       


A
demás esta semana hice la entrada de una cantera que es como una cosa japonesa; ¿Te acuerdas que hay dibujos japoneses de peñascos en los que de tanto en tanto crecen hierbas y arbolitos? De vez en cuando hay momentos en que la naturaleza es soberbia, efectos de otoño de un color glorioso, cielos verdes que contrastan con vegetaciones amarillas, anaranjadas, verdes, terrenos de todos los violetas, la hierba quemada donde las lluvias, no obstante, dieron un último vigor a ciertas plantas, que se ponen a producir nuevamente pequeñas flores violetas, rozadas, azules, amarillas. Cosas que uno se pone melancólico al no poder reproducir.
        ...También tengo dos panoramas del parque y del sanatorio, donde este lugar me parece muy agradable. Traté de reconstruir la cosa como pudo ser, simplificando y acentuando el carácter orgulloso e inalterable de los Pinos y arbustos de Cedro contra el cielo azul... la melancolía me invade muy a menudo con gran fuerza.

                        sin fecha (1889)


                       


H
e caído enfermo en la época en que hacía las flores de Almendro. Si hubiera podido continuar trabajando, puedes deducir que hubiera hecho otros árboles en flor; verdaderamente no tengo suerte. Sí; hay que tratar de salir de aquí, pero ¿donde ir? No creo que se pueda estar más encerrado y prisionero que en las casas donde no existen normas de libertad como en  Charenton o en Montevergues.


        Mayo de 1890, dos meses antes de su muerte.



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HAIKU. Poesía de intensificada atención en la naturaleza. Japón, siglo XVII.



MATSUO BASHO


La Camelia del árbol
cayó
vertiendo su agua.





Luna presurosa
la copas de los árboles
retienen la lluvia.





Sobre el tejado
flores de castaño:
El vulgo las ignora.





Los ruiseñores detrás
de los Sauces
delante de las zarzas.



Templo de Suma,
oigo las flautas antiguas
desde la sombra de un árbol.


  

El cucú,
un bosque de bambú
filtra la luna.





Se ha escondido
en el bosque de bambú,
el viento de invierno.


  

Un ruido dulce
interrumpe mi sueño.
Gotas de lluvia sobre el follaje.




Voy hacia los Cerezos
a dormir bajo los capullos.
¡Sin deberes!


  

BUSSON



La primavera se aleja
duda
en las flores tardías del Cerezo.





Habiendo caído
las flores del Cerezo,
el templo pertenece a las ramas.



               




ISSA KUBAYASHI.


Un mundo de tristeza y sufrimiento,
aún cuando
las flores del Cerezo han florecido.



               




Mañana despejada.
Crepitar de madera
que arde alegremente.
El Ciruelo de mi cabaña,
no pudo evitarlo,
floreció.


                       


  
NAOJO



Es una lástima cortarla,
es una lástima dejarla,
ah, esta Violeta!


                        


  
ONITSURA


 abiendo caído las flores del Cerezo,
el templo Enjoji
está tranquilo otra vez.



                       

  
OSHIMA RYATA


 Vuelvo irritado
pero después, en el jardín,
el joven Sauce.



                       

 

  

FUJIO


  
Elegante andar
el de la vaca
pisando Violetas.



                       

  

KOKYO



 En medio del bosque
suena el caer de la lluvia,
suena el caer de las hojas.



RYOTA




No dijeron palabra,
el anfitrión, el invitado,
y el blanco crisantemo.





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LUIS SEPÚLVEDA, UN VIEJO QUE LEÍA NOVELAS DE AMOR



A
bandonaron la última casa de El Idilio y se internaron en la selva. Adentro llovía menos pero caían chorros más gruesos. La lluvia no conseguía traspasar el tupido techo vegetal. Se acumulaba en las hojas y al ceder las ramas bajo el peso se precipitaba aromatizada por todas las especias...

        Poco antes del mediodía cesó de llover y se alarmó. Tenía que seguir lloviendo, de otra manera comenzaría la evaporación y la selva se sumiría en una niebla densa que le impediría respirar y ver mas allá de su nariz.

        De pronto, millones de agujas plateadas perforaron el techo selvático iluminando intensamente los lugares donde caían. Estaba justo bajo un claro de nubes, encandilado con los reflejos del sol cayendo sobre las plantas húmedas. Se frotó los ojos maldiciendo y, rodeado por cientos de efímeros arco iris, se apresuró en salir de allí antes que comenzara la temida evaporación.



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ALLEN GINSBERG. Beat Generation (1926 – 1997)


Kaddish

Tal vez un halcón en un árbol, o un ermitaño buscando una rama llena de lechuzas.

                       



Estos Estados, ENTRANDO EN L. A., 1965

Luces de aguamarina girando a lo largo de la autopista,
        estrellas nocturnas sobre L.A., adiós a los árboles,
        un brillo turquesa ilumina las calles laterales—
                                                                                      
                       



Un Juramento, 1966

                La maquinaria de guerra, brillantemente iluminada
industria
doquiera digiriendo bosques y excretando blandas pirámides
        de papel impreso, patriarcas de Redwood y Ponderosa
silenciosas en su meditación asesinados y regurgitados en forma
de humo
        serrín (sic), aullantes clímax de Seriales,
        espesas Vidas muertas, elegantes anuncios
        de grandes armas Gubernamentales
        vomitando Napalm sobre el verdor tropical de palma y
arroz


Dinamita en los bosques,
        las ramas vuelan a cámara lenta
                truenos arrasan la garganta,
Helicópteros rugen sobre el Parque Nacional, Pantano de
Mekong,




                       


  

Ecologue, otoño 1970

Leary está por los bosques del mundo-- ¿cucarachas inmunes
                                                       a la radiación?
Richard Nixon tiene los medios para acabar con los Mundos del
hombre,
                        el hombre tiene máquinas para el suicidio
¡Rezad por Thimothy Leary que está en los bosques del planeta!
                                               ¿Om Mani Padme Hum
                                                       y Hare Krishna!

                              


 “Que Despierte el Leñador” adaptado por Allen Ginsberg de Let the Railsplitter and Other Poems de Pablo Neruda.


Que despierte el leñador
Que Lincoln venga con su hacha
y con su plato de madera
a comer con los granjeros.

Que su escarpada cabeza
sus ojos que vemos en las constelaciones,
en las arrugas del roble vivo,
vuelvan a mirar el mundo
alzándose sobre el follaje
mas alto que las Sequoias.
Que vaya a comprar en las farmacias,
que tome el autobús a Tampa
que mordisquee una manzana amarilla,
que vaya al cine, y
que hable allí con todo el mundo.

¡Que despierte el leñador!
paz para todos los aserraderos de Bío Bío (¿?)[9]


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ERNESTO SÁBATO, Uno y el Universo, 1945

Se nos dice que este imperfecto Universo en que vivimos está formado por una única sustancia que se trasmuta sin cesar, asumiendo transitoriamente forma de árboles, criminales y montañas... Creemos, por ejemplo,  en la eternidad de algo que llamamos el árbol, que es una idea fija, cristalizada, a la que tímidamente se acerca, con riesgos y cuidados, un montón de partículas universales, que antes eran sal, montaña, agua. Este frágil ser vacila y muere antes de haber alcanzado aquel estado ideal, porque parece como si la naturaleza fuera enemiga de las cosas puras e incorruptibles. Y así la piedra se transmuta en árbol, el hidrógeno en oxígeno, Platón en Aristóteles, el amor en odio, el criminal en santo.

                                                                                      

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ISAÍAS 65: 22, (impreso en una boleta de entrada de un Parque Nacional)


Según los días de los árboles, serán los días de mi pueblo.



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CARLOS CASTANEDA, Viaje a Ixtlán.


  --Voy a hablar aquí con mi amiguita –dijo (Don Juan), señalando una planta pequeña.
  Se arrodilló frente a ella y empezó a acariciarla y a hablarle. Al principio no entendí lo que decía, pero luego cambió de idioma y le habló a la planta en español. Parloteó sandeces durante un rato. Luego se incorporó.
  --No importa lo que le digas a una planta –dijo--. Lo mismo da que inventes las palabras; lo importante es sentir que te cae bien y tratarla como tu igual.
  Explicó que alguien que corta plantas debe disculparse cada vez por hacerlo, y asegurarles que algún día su propio cuerpo les servirá de alimento.
  --Conque, a fin de cuentas, las plantas y nosotros estamos parejos --dijo--. Ni ellas ni nosotros tenemos más ni menos importancia.
  “Anda, háblale a la plantita –me instó--. Dile que ya no te sientes importante.”
  Llegue incluso a arrodillarme frente a la planta, pero no pude decidirme a hablarle. Me sentí ridículo y reí. Sin embargo, no estaba enojado.
  Don Juan me dio palmadas en la espalda y dijo que estaba bien, que al menos había dominado mi temperamento.
  --De ahora en adelante, habla con las plantitas –dijo--. Habla hasta que puedas hacerlo enfrente de los demás.
  “Ve a esos cerros de ahí y practica solo.”
  Le pregunté si bastaba con hablar a las plantas en silencio, mentalmente.
  Rió y me golpeó la cabeza con un dedo.
  --¡No! –dijo--. Debes hablarles en voz clara y fuerte si quieres que te respondan.
  Caminé hasta el área en cuestión, riendo para mí de sus excentricidades. Incluso traté de hablar a las plantas, pero mi sentimiento de hacer el ridículo era avasallador.
  Tras lo que consideré una espera apropiada, volví a donde estaba don Juan. Tuve la certeza de que él sabía que yo no había hablado a las plantas.
  No me miró. Me hizo seña de tomar asiento junto a él.
  --Obsérvame con cuidado –dijo--. Voy a platicar con mi amiguita.
  Se arrodilló frente a una planta pequeña y durante unos minutos movió y contorsionó el cuerpo, hablando y riendo.
  Pensé que se había salido de sus cabales.
  --Esta plantita me dijo que te dijera que es buena para comer –dijo al ponerse de pie--. Me dijo que un manojo de estas plantitas mantiene sano a un hombre. También dijo que hay un buen montón creciendo por allá.
  Don Juan señaló un área sobre la ladera, a unos doscientos metros de distancia.
  --Vamos a ver –dijo.
  Reí de su actuación. Estaba seguro de que hallaríamos las plantas, pues él era un experto en el terreno y sabía dónde hallar las plantas comestibles y medicinales.
  Mientras íbamos hacia la zona en cuestión, me dijo como al acaso que debía fijarme en la planta, porque era alimento y también medicina.
  Le pregunté, medio en broma, si la planta acababa de decirle eso. Se detuvo y me examinó con aire incrédulo. Meneó la cabeza de lado a lado.
  --¡Ah! –exclamó, riendo--. Te pasas de listo y resultas más tonto de lo que yo creía. ¿Cómo puede la plantita decirme ahora lo que he sabido toda la vida?
  Procedió a explicar que conocía desde antes las diversas propiedades de esa planta específica, y que la planta sólo le había dicho que un buen montón de ellas crecía en el área recién indicada por él, y que a ella no le molestaba que don Juan me lo dijera.
  Al llegar a la ladera encontré todo un racimo de las mismas plantas. Quise reír, pero don Juan no me dio tiempo. Quería que yo diese las gracias al montón de plantas. Sentí una timidez torturante y no pude decidirme a hacerlo.
  El sonrió con benevolencia e hizo otra de sus aseveraciones crípticas. La repitió tres o cuatro veces, como para darme tiempo de descifrar su sentido.
  --El mundo que nos rodea es un misterio –dijo--. Y los hombres no son mejores que ninguna otra cosa. Si una plantita es generosa con nosotros, debemos darle las gracias, o quizás no nos deje ir.
  La forma en que me miró al decir eso me produjo un escalofrío. Apresuradamente me incliné sobre las plantas y dije: “Gracias” en voz alta...
  Caminamos otra hora y luego iniciamos el camino de vuelta a casa.
  Me sentí exaltado. Era por completo feliz caminando tontamente con ese extraño viejo indio. Empecé a hablar y le pregunté repetidas veces si podría mostrarme algunas plantas de Peyote. El me miró, pero no dijo una sola palabra.


               


  
RELATOS DE PODER

       
“Los matorrales están llenos de cosas extrañas”.


               


   -- ¿Pero qué es en realidad un aliado, don Juan?
   -- No hay manera de saber lo que es exactamente un aliado, así como no hay tampoco manera de saber lo que es exactamente un árbol.
   -- Un árbol es un organismo viviente –dije.
   -- Eso no me dice mucho –respondió--. Yo también puedo decir que un aliado es una fuerza, una tensión. Eso ya te lo he dicho, pero eso no dice mucho sobre un aliado.
   “Igual que en el caso de un árbol, el único modo de saber lo que es un aliado es experimentándolo. Por años enteros he luchado por prepararte para el interesantísimo encuentro con el aliado. A lo mejor no te has dado ni cuenta, pero te demoraste años preparándote para presentarte con el árbol. Presentarte con el aliado no es distinto. Un maestro debe familiarizar a su discípulo poco a poco con el aliado, pedazo a pedazo. En el curso de los años, has guardado una gran cantidad de conocimiento al respecto y ahora eres capaz de armar todo ese conocimiento para vivir al aliado del mismo modo en que vives al árbol.”

               


     Cuando describí los saltos de don Genaro al subir al árbol y al bajar de él, don Juan dijo que el grito del guerrero era uno de los asuntos más importantes de la brujería, y que don Genaro era capaz de enfocarse en su grito, usándolo como vehículo.
     -- Tienes razón –dijo--. A Genaro lo jalaron en parte su grito y en parte el árbol. En eso sí viste bien. Esa fue una verdadera vista del nagual. La voluntad de Genaro estaba enfocada en su grito, y su carácter personal hizo que el árbol jalara al nagual. Las líneas iban en ambos sentidos, de Genaro al árbol y del árbol a Genaro.
     Lo que debiste ver cuando Genaro saltó del árbol era que estaba enfocando un sitio enfrente de ti y luego el árbol lo empujó. Pero sólo parecía un empujón; en esencia era más bien como si el árbol lo soltara. El árbol soltó al nagual y el nagual regresó al mundo del tonal en el sitio que Genaro enfocaba.”

               


...de nuevo soltó (el Nagual don Genaro) su grito enloquecedor. Me pescó de sorpresa, pero no desprevenido. Casi inmediatamente recuperé mi equilibrio por medio de la respiración. El choque fue aterrador, pero no tuvo un efecto prolongado, y pude seguir con la vista los movimientos de don Genaro. Lo miré saltar a la rama baja. Al seguir su curso en una distancia de más o menos veinticinco metros, mis ojos experimentaron una extravagante distorsión. No era que saltara por medio de la acción elástica de sus músculos; mas bien se deslizaba por el aire, catapultado en parte por su formidable alarido, y jalado por unas vagas líneas emanadas del árbol (Eucaliptus). Era como si el árbol lo chupara a través de esas líneas.”

               


(Don Juan) –Todo lo que pude ver hoy fue el movimiento del nagual, deslizándose entre los árboles y girando en torno nuestro. Cualquiera que vea puede presenciar eso.
  --¿Y alguien que no ve?
  --No presenciaría nada; solo quizás, los árboles agitados por un ventarrón. Nosotros siempre interpretamos cualquier expresión desconocida del nagual como algo que no conocemos; en este caso el nagual podría interpretarse como una brisa que sacude las hojas.”

               


     Como el día anterior, me convertí en una niebla, en un resplandor amarillo que percibía todo en forma directa. Es decir, yo “conocía” las cosas. No había pensamientos; sólo había certezas. Y al entrar en contacto con una sensación suave, esponjosa, elástica, exterior a mí y sin embargo parte mía, “supe” que era un árbol. Lo percibí por su olor. No olía como ningún árbol específico que yo recordara, pero algo en mí “sabía” que ese olor peculiar era la “esencia” del árbol. Yo no tenía solamente la sensación de saber, ni razonaba mi conocimiento, ni barajaba datos. Simplemente sabía que algo en contacto conmigo, en todo mi de rededor; un aroma tibio, amable, apremiante, emanado de algo que no era sólido ni líquido sino un indefinido algo más, que yo “sabía” que era un árbol. Sentí que al “saber” de esa forma calaba yo su esencia. No me repelía. Mas bien me invitaba a fundirme con él. Me abarcaba o yo lo abarcaba. Había entre nosotros un lazo que no era exquisito ni desagradable.
     La siguiente sensación que pude recordar con claridad fue una oleada de maravilla y regocijo. Todo mi ser vibraba. Era como si me atravesaran cargas de electricidad. No dolían. Eran agradables, pero en forma tan indeterminada que no había forma de categorizarlas. Supe, sin embargo, que aquello con lo que me hallaba en contacto era el suelo. Cierta parte de mi ser  reconocía con certeza y concisión que se trataba del suelo. Pero en el instante en que traté de discernir la infinitud de percepciones directas que experimentaba, perdí toda capacidad de diferenciarlas.


               


UNA REALIDAD APARTE


Todo tiene sentido para un brujo –dijo– (Don Juan). Los sonidos tienen agujeros, lo mismo que todo cuanto te rodea. Por lo general un hombre no tiene velocidad para pescar los agujeros, y por eso recorre la vida sin protección. Los gusanos, los pájaros, los árboles: todos ellos nos pueden decir cosas increíbles, si llegamos a tener la velocidad necesaria para agarrar su mensaje. El humo puede darnos esa velocidad de agarre. Pero debemos estar en buenos términos con todas las cosas vivientes de este mundo. Por esta razón hay que hablarles a las plantas que vamos a matar y pedirles perdón por dañarlas; igual debe hacerse con los animales que vamos a cazar. Sólo debemos tomar lo suficiente para nuestras necesidades, de otro modo las plantas y los animales y los gusanos que matamos se pondrían en contra nuestra y nos causarían enfermedad y desventura. Un guerrero se da cuenta de esto y hace por aplacarlos; así, cuando mira por los agujeros, los árboles y los pájaros y los gusanos le dan mensajes veraces.


               


Me hizo seña de mirar. Había un árbol grande del otro lado de la barranca; tenía las hojas secas y amarillentas. Con un movimiento de cabeza, don Juan me instó a seguir mirando el árbol. Tras algunos minutos de espera, una hoja se desprendió de la punta y empezó a caer al suelo; golpeó otras hojas y ramas tres veces antes de aterrizar en la crecida maleza.
¾¿La viste?
¾Sí.
¾Tú dirías que la misma hoja nunca volverá a caer de ese mismo árbol, ¿verdad?
¾Verdad.
¾Hasta donde tu entendimiento llega, eso es verdad. Pero mira otra vez.
     Miré, automáticamente, y vi caer una hoja. Golpeó las mismas hojas y ramas que la anterior. Era como ver una repetición instantánea en la televisión. Seguí la ondulante caída de la hoja hasta llegar al suelo. Me levanté para averiguar si había dos hojas, pero los altos matorrales en torno al árbol me impidieron ver donde exactamente había caído.
     Don Juan rió y me dijo que me sentara.
     ¾Mira ¾dijo, señalando con la cabeza la punta del árbol¾. Ahí va otra vez la misma hoja.
     Nuevamente vi caer una hoja, supe que don Juan estaba a punto de indicarme de nuevo la punta del árbol, pero antes de que lo hiciera levanté la cabeza. La hoja caía una vez más. Me di cuenta entonces de que sólo había visto desprenderse la primera hoja, o mejor dicho, la primera vez que vi caer la hoja la vi desde el instante en que se separó de la rama; las otras tres veces la hoja ya estaba cayendo cuando alcé la cara para mirar.
     Dije eso a don Juan y le pedí explicar lo que hacía.
     ¾No entiendo cómo me está usted haciendo ver una repetición de lo que vi antes. ¿Qué me hizo don Juan?
     Rió sin responder, e insistí en que me dijera cómo podía yo ver esa hoja cayendo una y otra vez. Dije que de acuerdo a mi razón eso era imposible.
     Don Juan repuso que su razón  le decía lo mismo, pero que yo había sido testigo del caer repetido de la hoja. Luego se volvió a don Genaro.
     ¾¿No es cierto? ¾preguntó.
     Don Genaro no respondió. Sus ojos estaban fijos en mí.
     ¾¡es imposible! ¾dije.
     ¾¡Estás encadenado! ¾exclamó don Juan¾. Estás encadenado a tu razón.
     Explicó que la hoja había caído tres veces del mismo árbol para que yo abandonase mis intentos de entender.



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CHARLES BAUDELAIRE “Las Flores del Mal”. 1857


El Viaje. A Maxime Du Camp.

¾El gozo acrece siempre la fuerza del deseo.
¡O deseo, árbol viejo a quien la dicha abona,
Mientras que tu corteza se endurece y aumenta,
¡Quieren tus ramas ver al sol mucho más cerca!

¿Siempre crecerás tú, gran árbol más añejo
Que el Ciprés? ---Con enorme cuidado, no obstante,
Recortaremos croquis para álbumes vuestros,
Hermanos que halláis bello todo lo que pasó.



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WILLIAM BLAKE

THE HUMAN ABSTRACT.

And it bears the fruit of deceit
ruddy and sweet to eat;
and the raven his nest has made
in its thickest shade.
The gods of the earth and sea
sought thro’ nature to find this tree;
but their search was all in vain:
there grows one in the human brain.


RESUMEN DE LO HUMANO.

Luego crece del árbol el fruto del engaño
rojizo y dulce al paladar,
y el cuervo teje su nido
en su más espesa sombra.
Los dioses de la tierra y el mar
escrutaron la naturaleza, para hallar este árbol
pero vana resultó la búsqueda:
crece uno en cada cerebro humano.

                      


VISIONES DE LAS HIJAS DE ALBIÓN.

Ya sabes que los viejos árboles por tus ojos vistos dan frutos;
pero ¿sabías que árboles y frutos crecen en la tierra
para gratificar ignotos sentidos?
animales de los árboles y aves desconocidas;
desconocidas, que no imperceptibles si se extienden
ante el infinito microscopio,
existen en sitios nunca visitados aún por el viajero o en mundos
con otra suerte de mares o en desconocidas atmósferas.



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VICENTE HUIDOBRO

ÁRBOLES ENCONTRADOS  EN “EL CIUDADANO DEL OLVIDO”. 1930


La raíz de la Voz.

Mira la vida que ondula como un árbol.


                      


Soledad inaccesible

Hijos de tantas circunstancias...
de árboles y vientos en maniobras delirantes.

                      



 Sino y signo

Te haces árbol y das tus hojas a los vientos
Te haces piedra y das tu dureza a los ríos
Te haces mundo y te disuelves en el mundo
Oh voluntad contraria en todo instante...

Quisiera un país de sueño
donde las lunas broten de la tierra
donde los árboles tengan luz propia
Y te saluden con voz tan afectuosa que tu
                               espalda tiemble



                      



Al oído del tiempo.

Tengo grandes sueños que acumulan tesoros
                       en las raíces de los árboles...

El río tiene pena
Y una tal cantidad de ojos extasiados
Que la noche podría equivocarse
Que los árboles podrían hacerse vagabundos
                              


                      



Pequeño Drama.

He aquí el encuentro del sueño con el
                               árbol más anciano

Los cementerios se repiten
Las selvas de la muerte rellenan entresueños
                                          de tierra


                      


  
Reposo.

Este andar de los siglos a través de los
                                       hombres
No tiene mas remedio que una tarde
                       dejándose caer sobre los árboles

                      


Viajero.

Es la lucha de las horas y las calles
Es el aliento de los árboles invadiendo las
                                       estrellas


                      



Aquí estamos.

La idea es nacimiento y es sepulcro de
                               grandes alas
Es vuelo general, es huida de células y huesos
En árbol repentino sin recuerdo aparente


                      



La raíz de la voz.

Cada día me trae un vestido de sorpresas
Un nuevo fuego a mi fuego interno
El alma tiene su oficio de pesadumbres
Que es como un agua de recuerdos
O de árboles que se mueven para
                       parecerse al mar...

Escucha ahora la voz del mundo
Mira la vida que ondula como un árbol
                               llamando al sol
Cuando un hombre está tocando sus raíces
La tierra canta con los astros hermanos


                      

Miedo de antaño.

Y el árbol que palpita
Como el muerto que sigue deseando a su
                                               mujer.

                      


Balada de lo que no vuelve.

El cielo de la noche se convertía en el cielo
                                       del amanecer
El mar era un árbol frondoso lleno de pájaros
Las flores daban campanadas de alegría...

Es inútil mirar ese árbol que te dijo adiós al
                                       último
Y te saludará el primero a tu regreso...

Me crece el corazón
Hasta romper sus horizontes
Hasta salir por encima de los árboles
Y estrellarse en el cielo.


               




ÁRBOLES ENCONTRADOS EN “VER Y PALPAR”. 1930.


El célebre océano.

Cada vez más rápidos los árboles crecen
Cada vez más rápidas las olas mueren


Fuerzas Naturales.

Nueve miradas
                para hacer bailar los
                árboles del bosque


                      


 Ella.

Era hermosa en sus horizontes de huesos
Con su camisa ardiente y sus miradas de
                                       árbol fatigado
Como el cielo a caballo sobre las palomas



                      



ÁRBOLES ENCONTRADAS EN “ULTIMOS POEMAS”. 1940.



Cambio al horizonte.

Contempla el año triste que va pasando bajo
el cielo
Los árboles hacen ruidos de hombres
                                       dolorosos...

Es preciso que aprenda a abrir caminos
que ascienda como esas plantas que
                               parecen tener alas
que sepa que se trata de atraer las lejanías
y que deben tenerlas en sus adentros
que nos reímos de la noche que se estrella
                                       en las torres
cuando los árboles se cansan de querer
escalar el cielo


                      


“El paso del Retorno”.

Oh hermano nada voy a decirte
Cuando hayas tocado lo que nadie puede
                                       tocar
Mas que el árbol te gustará callar.


                      


De “EL ESPEJO DE AGUA”

El Hombre Alegre

Sobre los árboles,
Más altos que el cielo,
Se oyen campanadas al vuelo.




                      




NON SERVIAM (FRAGMENTO). LEÍDO POR VICENTE HUIDOBRO EN EL ATENEO DE SANTIAGO, EN 1914.


     “Hemos aceptado, sin mayor reflexión, el hecho de que no puede haber otras realidades que las que nos rodean, y no hemos pensado que nosotros también podemos crear realidades en un mundo nuestro, en un mundo que espera su fauna y su flora propias. Flora y fauna que sólo el poeta puede crear, por ese don especial que le dio la misma Madre Naturaleza a él y únicamente a él.
     Non serviam. No he de ser tu esclavo, madre Natura; seré tu amo. Te servirás de mí; está bien. No quiero y no puedo evitarlo; pero yo también me serviré de ti. Yo tendré mis árboles que no serán como los tuyos, tendré mis montañas, tendré mis ríos y mis mares, tendré mi cielo y mis estrellas.
     Y ya no podrás decirme: “Ese árbol esté mal, no me gusta ese cielo..., los míos son mejores”.
     Yo te responderé que mis cielos y mis árboles son los míos y no los tuyos y que no tienen por qué parecerse.”
     Las pocas palabras que explican mi concepto de la poesía, en la primera página del libro de que hablamos (Horizon Carré), os dirán qué quería hacer en aquellos poemas. Decía:
     “Hacer un poema como la naturaleza hace un árbol”.
     Debo repetir aquí el axioma que presenté en mi conferencia del Ateneo de Madrid, en 1921, y últimamente en París, en mi conferencia de la Sorbona, axioma que resuma mis principios estéticos: “El Arte es una cosa y la Naturaleza otra. Yo amo mucho el Arte y mucho la Naturaleza. Y si aceptáis las representaciones que un hombre hace de la Naturaleza, ello prueba que no amáis ni la Naturaleza ni el Arte.”

De Manifeste. Ed. de la Revue Mondiale.  París, 1925.


Cuando Huidobro cita al árbol en sus poemas, los versos en que lo hace son como descansos, como una respiración en la lírica incesante del poema. Con frecuencia Huidobro hace caminar a los árboles,  los hace volar o pensar entre las estrellas y los considera testigos de todo. (Nota del recopilador).


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NICANOR PARRA. Antipoemas. Antología (1944 – 1969)


AROMOS

Paseando hace años
Por una calle de Aromos en flor
Supe por un amigo bien informado
Que acababas de contraer matrimonio.
Contesté que por cierto
Que yo nada tenía que ver en el asunto.
Pero a pesar de que nunca te amé
-- Eso lo sabes tu mejor que yo --
Cada vez que florecen los Aromos
-- Imagínate tú --
Siento la misma cosa que sentí
Cuando me dispararon a boca de jarro
La noticia bastante desoladora
de que te habías casado con otro.


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ROBERTO MATTA, Se cree que nací.


            A toda autobiografía cada uno le agrega
                                                 datos, rostros
        dolores, alegrías, que penden de las ramas
                                       de este mundo árbol
        siempre en crecimiento y en transformación
      pero como todos los árboles terminará en un
                                             fuego de alegría
                y de sus cenizas dibujo palabras para
                                                         nombrar
                todas nuestras fuerzas desconocidas.

Encontrada en la exposición “El año de los tres ceros”. Santiago, mayo 2000


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TAO TE KING

En el libro “El Secreto de la Flor de Oro” se dice que la gente del mundo “perdió la raíz y se apegó a las copas”. Derivada de la simbología del árbol, raíz y copas son imágenes que bien expresan el origen invisible y la proyección visible de los seres, vale decir el no-Ser o Vacío, y el Ser.

Comentario de Gastón Soublette al XVI epigrama del Tao Te King.


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OMAR KHAYYAM, Rubaiyyat (siglos XI - XII)


Ignorante te crees sabio, yo te miro resoplar
entre el infinito del pasado y el infinito del porvenir.
Querrías plantar un mojón entre esos infinitos y sentarte
        en él...
Vete mejor a sentarte bajo un árbol, cerca de una jarra de
        vino que te haga olvidar tu impotencia.


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JOHN LENNON

“No one I think is in my tree
I mean it must be high or low”

No hay nadie en mi árbol,
(quiero decir que debo ser genio o loco)

“Strawberry field forever”, febrero 1967.

____________________

"Oh my love for the first time in my life
My eyes can see
I see the wind, oh I see the trees"

 
Oh mi amor por primera vez en mi vida
mis ojos pueden ver
veo el viento, oh veo los árboles.


“Oh, My Love”, letra inspirada en su amor por Yoko On,) del álbum “Imagine”.



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CLAUDIA VICTORIA POBLETE, hija secuestrada del matrimonio formado por José Poblete, Chileno y Gertrudis Marta Hlaczik Argentina, detenidos desaparecidos en Buenos Aires en noviembre de 1976. Luego de la detención, Claudia fue entregada a un militar. El caso permitió al Juez Gabriel Cavallo anular las leyes de Punto Final y Obediencia debida, en marzo de 2001 y someter a juicio a los militares involucrados.

“Quisiera ser capaz de más, por mis padres, que fueron capaces de todo. Dice alguien por ahí que todo lo que el árbol tiene de florido viene de lo que tiene sepultado. Una familia es como un árbol, y con semejantes raíces nuestro árbol tiene futuro”.


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EUSEBIO DELFIN. 1920. Cantante de la Vieja Trova Cubana, muerto en 1965.


En el tronco de un árbol una niña
Grabó su nombre henchida de placer
Y el árbol conmovido allá en su seno
A la niña una flor dejó caer.

Yo soy el árbol conmovido y triste
Tú eres la niña que mi tronco hirió
Yo guardo siempre tu querido nombre
¿y tú, qué has hecho de mi pobre flor?


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LA NAVE DE LOS LOCOS


        El Azarat es una compañía que recorre el mundo viajando por el mar. Este pesquero Holandés fue transformado por August Dirks en una nave de locos. Once personas recorren los mares haciendo teatro. Tiene un árbol en vez de mástil; han llegado a noventa y nueve puertos en diecisiete países.


                                               NORESTE (Artículo)



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I CHING


 “Confiar en la madera crea méritos”


Huan, La Disolución, comentario para la decisión.




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[1]  Silvano, semidiós de los bosques. Trad..
[2]  Boiling Spring. Trad.
[3] Thomas Percy (1729-1811), Reliques of Ancient English Poetry (1765). Trad.
[4] Deep cut, paso abierto al ferrocarril. Trad.
[5] Paraíso de la mitología escandinava que acoge a los guerreros muertos en combate. Trad.
[6] De pourpressure (del francés pourprende = ocupar furtiva o arbitrariamente). Trad.
[7]  Atado de leña de 2,4 x 1,2 x 1,2 m, aproximadamente.
[8]  Australiano. Trad.
[9] Signos de interrogación insertados por el recopilador.

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